Exodus: dioses y reyes (una crítica cinematográfica a una película supuestamente bíblica)





Traigo aquí la reseña que Elentir realizó de la cinta Exodus que ya se puede ver en cines. Dado que se está promoviendo la película como una puesta en la pantalla grande de una historia bíblica conviente conocer la verdad. Les sugiero no leer el post si no han visto la película (aunque, desde luego, también les puede ayudar para no invertir su dinero en cosas innecesarias):

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Este viernes fui a ver la última película que ha rodado el célebre cineasta británico Ridley Scott, esta vez inspirándose en la famosa historia bíblica sobre la liberación de los hebreos de Egipto.

He usado el verbo “inspirar” con dudas, para ser sincero. Justo antes de la película le comentaba a un amigo mi incomodo por lo que hizo Peter Jackson con la segunda película de “El Hobbit”, añadiendo cosas que no aparecen en el libro y que no vienen a cuento. Hacer esto con un libro tan célebre como el de Tolkien es algo que me dejó a cuadros, pero lo que ha hecho Scott con un famosísimo pasaje del libro más difundido del mundo, la Biblia, ya no es que me deje perplejo, sino que me parece algo que ya roza el chiste malo.
Para empezar, el cineasta británico nos presenta a un Moisés que cree ver a Dios -en forma de niño caprichoso- porque se da un golpe en la cabeza. Luego ese Moisés se convierte en una especie de dirigente terrorista decidido a sembrar el terror entre el pueblo egipcio mediante acciones de sabotaje y ataques contra la población civil. Siguiendo esta línea, Scott -que se declara ateo con “reservas”, aunque más honesto sería decir “con truco” o “con trampas”- nos muestra las plagas bíblicas como algo explicable desde una óptica científica y que no precisaba, necesariamente, de la intervención de ningún poder trascendente. Abordar así un relato de la Biblia me parecería legítimo si el cineasta fuese coherente con su propia visión, pero no lo es. Cuando llega la muerte de los primogénitos de Egipto, esa visión cientificista de Scott se va a hacer gárgaras. Esta vez sí que hay un Dios y es un “asesino de niños” que tiene por seguidores a unos hebreos que son unos “fanáticos”, afirmaciones que el director pone en boca del faraón sin que Moisés replique nada. Al monarca le presenta en ese momento como un hombre sensible e indignado por la muerte de su hijo, al que lleva en brazos, pero que poco antes ejecutaba a familias judías enteras y planeaba él mismo masacrar a todo niño judío incapaz de andar en represalia por las plagas. Al final de la película vemos a Moisés escribiendo a cincel las Tablas de la Ley -curioso: ese dios del que habla Scott es capaz de matar a todos los primogénitos de Egipto, pero después no puede ni escribir sus Mandamientos-, mientras el libertador mantiene un diálogo tan penoso con el “dios niñato” que casi da por pensar que el guionista se lo dejó escribir a una señora de la limpieza que pasaba por allí. Entendería que Scott hubiese hecho una película racionalista y materialista, en la que toda intervención divina se eliminase sin más, pero esto no es una película racionalista y materialista, sino una película tramposa e incoherente.






A esto hay que añadir que la película pasa por alto momentos claves de la vida de Moisés, como la forma en la que llegó a su madre adoptiva, hecho que sólo se relata ya cuando el protagonista es adulto. Como película épica “Exodus” pincha en muchos aspectos y adolece de un lirismo que se acerca a la sesión de psicoanálisis en lo que a Moisés respecta, con un Josué que le escucha de lejos hablar con ese “dios niñato” como si pensase que al libertador le faltaba un tornillo. Christian Bale, en el papel de Moisés, es un buen actor y lo hace genial como otras veces, pero su personaje acaba ahogado en estas incoherencias que ha cometido Ridley Scott.

Da la casualidad de que la noche anterior emitieron en Canal Hollywood la excelente película de Cecil B. DeMille “Los Diez Mandamientos”, protagonizada en 1956 por el mejor actor del cine épico de todos los tiempos: Charlton Heston. Aunque tiene una buena batalla entre egipcios e hititas al comienzo -lo de las batallas a Scott se le da fenomenal, todo hay que decirlo-, unos efectos especiales excelentes y una ambientación muy bien hecha, en muchos aspectos “Éxodus” no le llega ni a la altura de los zapatos a “Los Diez Mandamientos”. Ésta estaba mucho mejor contada, la historia tenía un hilo conductor claro y los personajes tenían mucha más profundidad; la rivalidad entre Moisés y Ramsés era clara y tenía como trasfondo una difícil relación paterna que en “Éxodus” queda muy apagada y un triángulo amoroso que en la nueva película ni siquiera aparece; en la del siglo pasado Heston hizo un papel fabuloso; e incluso con los medios técnicos de la época, la película sigue siendo algo admirable. Ridley Scott ha cometido con “Éxodus” el mismo error que cometió con “El reino de los cielos”: disponer de excelentes medios, pero desperdiciarlos con una historia mal contada, y asomarse a un pasado remoto con la mentalidad descreída de un hombre del siglo XXI. El resultado será del agrado de quienes compartan no tanto una mentalidad racionalista y materialista, sino más bien esa forma tramposa de asomarse a la trascendencia que es tan frecuente hoy en día, según la cual se niega la existencia de Dios y toda influencia o presencia de Él en la historia y en la vida de los hombres, pero eso sí, atribuyéndole la responsabilidad de todo lo malo que ocurre. En el fondo, “Éxodus” no es una película atea -que niega a Dios-, sino teófoba, es decir, que no oculta su odio hacia ese Dios al que Scott teóricamente niega. El resultado es tan incongruente como si yo dijese que no creo en el dios egipcio Ra, pero al mismo tiempo le acusase de ser un cabrito por dejar que le pasen todas esas cosas a sus adoradores.

Personalmente, la película me ha decepcionado enormemente. Obviamente, cada uno es libre de invertir su dinero en lo que le plazca, pero a los que suelen leer mis comentarios sobre películas buscando pistas sobre si merece la pena o no, sólo puedo decirles que la desaconsejo sin rodeos.




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