Breves reflexiones (IX)

Muchos contemplan la obra de la gracia de Dios en sus vidas como si fuera sobre todo obra propia.

Si todo lo bueno que hay en ti se lo debes a Dios, no des lugar al orgullo y la vanagloria.

No eres tú quien ayudas a la gracia de Dios a salvarte. Es la gracia divina quien te ayuda eficazmente a ser salvo.

Tus pecados te alejan de Dios. Dios te quiere a su lado. ¿Cómo no va Dios a darte su gracia para dejar atrás tus pecados?

Con el pecado no se dialoga. Se le vence por la gracia de Dios. Esa es la verdadera misericordia.

Quien te dice que la respuesta al pecado es un camino en el que no acabas deshaciéndote del mismo, es enemigo de la gracia y sirve a Satanás, padre de toda mentira.

Engañoso es el propio corazón, más que todas las cosas. Deja por gracia que Cristo te done el suyo para vivir en libertad.

Pide a la Madre que interceda para que su Fiat sea tu Fiat, y concebirás en tu alma al Verbo de Dios. 

La vida del santo es predicación viva del poder de la gracia de Dios y testimonio de la victoria de Cristo en la Cruz.

No desperes ante los pecados que parecen atarte al viejo Adán. Confía en que junto con la misericordia del perdón, llegará la misericordia de la liberación. Estás en el camino, no al final del mismo.

Los talentos que Dios te ha dado se riegan con la oración, se abonan con la meditación en las Sagradas Escrituras y se limpian con la vida sacramental. Solo así dan buen fruto.

Dios te ama. Por eso le amas. Y en el amor que te da y tú le devuelves está la vida eterna y la participación en su naturaleza divina.

En las cruces que te encuentras en tu vida es donde más te acercas a Aquél que dio su vida por ti en la Cruz. No las rehúyas. Pide al Señor que sea tu Cireneo.

Anhela, ruega, implora, suplica por el don de la perseverancia final. Es la puerta a la eternidad con Dios.

Pide a Dios compañeros de peregrinación en tu sendero hacia la santidad. No hay mayor amistad que la que nace de de compartir la alegría de caminar hacia el Padre.

Que las obras que realizas por la gracia de Dios muestren el ¡Viva Cristo Rey! que dicen tus labios.

Llena tu ocio de las cosas de Dios y hallarás verdadero descanso para tu alma.

El pobre que está a la puerta de tu parroquia es el Cristo que espera tus monedas y tu mirada de afecto.

Luis Fernando Pérez

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